El frenesí del verano deja lugar a un paisaje completamente diferente. Ralentizamos el ritmo para tomar el tiempo de observar cómo la naturaleza crea sus obras. Degustamos los sabores reconfortantes del otoño y aprovechamos esta nueva estación, efímera, que no obstante permanecerá grabada para siempre en nuestra memoria.
Desde las ballenas del Saint-Laurent a los alces de los parques, el otoño es ideal para observar a los animales, siempre curiosos para venir a decir hola a los visitantes.
Dormir en la naturaleza nos sumerge en el corazón del otoño. Estar ahí cuando el sol poniente embruja a las hojas para que cambien de color al despertar es un espectáculo que no podemos perdernos.
Para contemplar los colores del otoño, nada mejor que el senderismo. Observar el viento que hace bailar las hojas, sentir el olor de una hoguera y escuchar el quebrar de las hojas bajo nuestros pies... un placer para los ojos y para el corazón.
¡Recorra las rutas de Québec sin perderse nada!
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